LAPISLÁZULI
El lapislázuli es una roca de aspecto muy similar a un cielo bordado de estrellas doradas. Usado ya en las antiguas civilizaciones de Próximo Oriente, Grecia y Roma, y en la actualidad muy valorado en joyería. Al contrario que las otras gemas, que son minerales, el lapislázuli es una roca formada por varios minerales de distinto color. Los principales, es decir, la lazurita y la soladita, tienen una típica coloración azul intensa. También forman parte del lapislázuli la calcita, de color blanco nieve, presente en porcentajes variables, y la pirita, de color amarillo brillante.
El nombre de lapislázuli deriva del término árabe lezward (“piedra azul”) que en latín medieval pasó a ser el lapis lázuli. Según antiguas tradiciones astrológicas, esta gema pertenece a la categoría de las “piedras de aire”. Para asirios y persas simbolizaba el cielo estrellado; en Egipto, además de estar ligado al culto de la diosa Isis, era empleado en el grabado de sellos y escarabajos. Amuleto protector contra el mal de ojo en general, al lapislázuli se le atribuían virtudes terapéuticas, como la de curar las enfermedades de la sangre, la gota y el insomnio. Tuvo un papel importante en el desarrollo de la pintura medieval y renacentista, por cuanto era el elemento base para obtener el pigmento azul ultramar.
El lapislázuli se encuentra, con un aspecto microcristalino compacto granular, en rocas metamórficas como gneises, esquistos cristalinos y anfibolitas. En general, aparece en forma de vetas de espesor variable y, rara vez, en cristales individuales. Es un silicato de azufre, sodio y aluminio. Es de aspecto opaco y su color puede variar desde un azul intenso hasta un azul con manchas blancas. Su dureza es 5,5 en la escala de Mohs y puede presentar una fluorescencia intensa a los rayos ultravioleta.
Su peculiar color viene determinado por la presencia, en determinados porcentajes, de silicatos pobres en sílice del grupo de los feldespatoides. En particular, de lazurita, mineral responsable de la típica coloración de esta roca.
El yacimiento más antiguo y famoso, ya visitado y descrito por Marco Polo, es el de Sar-e-sang, en la cadena montañosa de Hindukush, en la frontera entre Afganistán y la ex URSS; en esta zona los yacimientos de lapislázuli se encuentran a altitudes comprendidas entre los 3.500 y los 5.500 metros y, por tanto, debido a obvias razones climatológicas, únicamente se puede explotar en el período de junio a noviembre. Otros yacimientos importantes se localizan en las proximidades del lago Baikal, en Liberia, donde el lapislázuli, presente en rocas de tipo calcáreo, muestra en general un color más claro que el afgano, a causa de la presencia de mayor cantidad de calcita y al menor porcentaje de pirita. Merecen citarse también los yacimientos chilenos de la cordillera de los Andes –ya conocidos y explotados por las civilizaciones precolombinas-, localizados a unos 3.600 metros de altitud, en la región de Coquimbo.
El lapislázuli es un material difícil de tallar. Ello es debido a que está constituido por un conjunto de minerales que presentan características diversas. Además, es especialmente poroso, pero adquiere un buen brillo por pulimentación. Muy usado en el pasado en grabados y pequeñas tallas, actualmente se emplea para obtener cuentas de collares, cabujones y diversos tipos de objetos ornamentales.
Una vieja, aunque todavía actual, imitación del lapislázuli es el llamado “lápiz alemán” o “lápiz suizo”. En realidad, se trata de minerales del grupo del cuarzo, como ágata o diasporo, teñidos con colorantes azules. Otros dos minerales que, teñidos de azul son muy utilizados para imitar el lapislázuli, son la magnesita y la howlita. También la sodalita, mineral azul-violáceo, puede ser utilizada para imitar al más apreciado lapislázuli.
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