Minerales y rocas

ÁGATA


Seguramente la más apreciada de las calcedonias, el ágata ha sido utilizada por el hombre desde los albores de la civilización, como atestiguan los sellos de la época prebabilónica, y los escarabajos tallados del antiguo Egipto y del período arcaico. Utilizada como amuleto y como gema para grabados en la civilización helenística, en la época de la Roma imperial fue muy apreciada para la obtención de camafeos lapídeos. Eran muy numerosas las propiedades mágicas que se le atribuían a esta piedra preciosa en la antigüedad. Se creía, por ejemplo, que llevar encima un ágata aseguraba la invencibilidad, protegía de los venenos y de la discordia y favorecía los encuentros sentimentales. En la tradición astrológica estaba asociada al signo de Tauro. En la actualidad, el principal centro de trabajo del ágata está en Idar-Oberstein, una pequeña ciudad en el valle del río Nahe, en Alemania.
El ágata es una variedad de calcedonia caracterizada por una distribución del color en bandas o niveles paralelos, con frecuencias curvas o concéntricas, en ocasione diferentes por transparencia y porosidad, de tonalidades generalmente pálidas en los grises, amarillos, pardos y, algunas veces, en los verdes y azules. Los diversos niveles, a veces de infinito espesor, están formados, como en todas las calcedonias, por fibras de cuarzo microcristalino, con desarrollo paralelo o radiado, inmersas en sílice amoría, hidratada, de tipo opalino.
El aspecto del ágata es masivo y típicamente nodular. Los nódulos son frecuentemente huecos y por lo general presentan, en su interior, pequeñas cantidades de cuarzo microcristalino incoloro o de cristales de amatista bien formados. El ejemplar pulido, es desde transparente a opaco, tiene brillo de vítreo a graso, es duro y posee una discreta tenacidad. La fractura es concoidal.
Son también muy apreciadas algunas ágatas translúcidas con inclusiones de sustancias minerales con aspecto bien ramificado, bien filiforme. Se habla, en este caso, del ágata musgosa o dendrítica, mientras que cuando la distribución del color da lugar a formas geométricas o a diseños particulares, los nombres de las variedades son diversos y curiosos como ágata paisaje, ágata ruinosa, ágata listada, ágata ocelar y otros muchos, a menudo de utilización muy local.
En la mayoría de las ocasiones, el ágata se tiñe en tonos brillantes impregnándola con sales minerales y con colorantes orgánicos; las coloraciones obtenidas de esta forma, en especial con colorantes orgánicos, son con frecuencia inestables a temperaturas elevadas. Debido a su porosidad teme a los aceites, los alcoholes y, en general, a todas las sustancias grasas.
La génesis del ágata está relacionada con la presencia, en el interior de cavidades o fisuras, de soluciones acuosas que contienen sílice en disolución o bien soluciones coloidales (gel) de sílice. Dichas cavidades, a veces con unas dimensiones de algunos decímetros, se encuentran sobre todo en rocas volcánicas, como los basaltos, los meláfiros y otras.
Hasta principios del siglo XIX, los yacimientos conocidos más importantes de ágata se encontraban en los alrededores de Idar-Oberstein (Alemania). En esa época, procedían también buenos ejemplares de India, Persia y Egipto. Pero en 1827 se descubrieron los más importantes yacimientos actuales, situados, en concreto, en el sur de Brasil y el norte de Uruguay.
El ágata es tallada, esculpida y trabajada en las formas más variadas; en el campo propiamente gemológico se prefieren las esferas y los anillos y, en el caso de la variedad en bandas alternas rojizas y blancas (denominada sardónice), también en grabados y camafeos.

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